lunes, 9 de noviembre de 2009

EL CENTRO PARROQUIAL DEL BARRIO DE LAS FLORES


En los años 60, como fruto del crecimiento de la población que por aquel entonces se desarrollaba en la ciudad de A Coruña se decide urbanizar un sector de suelo con una superficie de 17 hectáreas para construir unas 2000 viviendas, con sus equipamientos complementarios. El terreno elegido se situaba próximo a lo que era y sigue siendo la principal entrada a la ciudad, la avenida Alfonso Molina. El terreno tenía un fuerte declive Este-Oeste y lo atravesaba el oleoducto Bens-Puerto, condicionantes que se han resuelto con gran habilidad.
El barrio de las Flores está constituido por cinco unidades vecinales de unas 400 viviendas cada una, encargadas a su vez a cinco arquitectos diferentes, Andrés F. Albalat, Ignacio Bescansa, José Antonio Corrales, Jacobo Losada y José Luque Sobrini, fueron los elegidos bajo la dirección de Ignacio Bescansa. Hoy en día, constituye uno de los ejemplos más paradigmáticos del urbanismo con ideas del movimiento moderno en nuestro país.
Situado en el centro del polígono y formando parte de una amplia zona verde, se construyó en torno a 1968, el centro parroquial de la Resurrección del Señor. Se ideó como un equipamiento más, pero condicionado por el paso de un oleoducto subterráneo que dividía el barrio en diagonal. Su parcela lindaba con la canalización, y el edificio lo acusó en su planta.
José Antonio Corrales, fue el encargado de llevar a cabo la obra, un arquitecto elegante y constructivista que resuelve con aparente facilidad los problemas que plantea la arquitectura. Utilizó la construcción metálica y su lógica expresión formal como argumento para este edificio.
De la misma manera, Corrales daría respuesta a la normativa litúrgica que parecía requerir espacios polivalentes para el culto. Así, proyectó una iglesia en graderío, sorprendente y llena de luz, sin aparentes referencias a la tradición, sino tan sólo al uso. El suelo se va adaptando al terreno, mientras la cota de cubierta permanece constante. La capilla de diario, más pequeña, se integraría con la primera mediante grandes paramentos de madera móviles.
Patios, circulaciones cubiertas, salas de catequesis, despachos y una vivienda sacerdotal que se eleva hasta la altura de los árboles, conforman un conjunto al que la estricta trama geométrica dota de unidad. Cinco ingeniosos lucernarios longitudinales contienen, simultáneamente, la estructura y el sistema de recogida de aguas pluviales.

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